miércoles, 5 de septiembre de 2018

CANTO IV, 127



"No se olvidaron de ti, oh Menelao, los felices a inmortales dioses y especialmente la hija de Zeus, que impera en las batallas; la cual, poniéndose delante, desvió la amarga flecha: apartóla del cuerpo como la madre ahuyenta una mosca de su niño que duerme con plácido sueño, y la dirigió al lugar donde los anillos de oro sujetaban el cinturón y la coraza era doble. La amarga saeta atravesó el ajustado cinturón, obra de artífice; se clavó en la magnífica coraza, y, rompiendo la chapa que el héroe llevaba para proteger el cuerpo contra las flechas y que lo defendió mucho, rasguñó la piel y al momento brotó de la herida la negra sangre. "

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