“Puestos en orden de batalla con sus respectivos jefes, los troyanos
avanzaban chillando y gritando como
aves -así profieren sus voces las grullas en el cielo, cuando, para huir del
frío y de las lluvias torrenciales, vuelan gruñendo sobre la corriente del
Océano y llevan la ruina y la muerte a los pigmeos, moviéndolos desde el aire
cruda guerra- y los aqueos marchaban silenciosos, respirando valor y dispuestos
a ayudarse mutuamente.”
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