“Pero el deiforme Alejandro, apenas distinguió a Menelao entre los
combatientes delanteros, sintió que se le cubría el corazón, y, para librarse
de la muerte, retrocedió al grupo de sus amigos. Como el que descubre un dragón en la espesura de un monte, se echa
con prontitud hacia atrás, tiémblanle las carnes y se aleja con la palidez
pintada en sus mejillas; así el deiforme Alejandro, temiendo al hijo de Atreo,
desapareció en la turba de los altivos troyanos.”
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