“Así dijo derramando lágrimas. Oyóle la veneranda
madre desde el fondo del mar, donde se hallaba junto al padre anciano, e
inmediatamente emergió de las blanquecinas ondas como niebla, sentóse delante de aquél, que derramaba lágrimas,
acariciólo con la mano y le habló de esta manera: ¡Hijo! ¿Por qué lloras?”
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